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Puesto: ¿Para qué sirve? ¿Cómo sirve?

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En la Argentina, donde las empresas crecen, se achican y vuelven a pivotear con la misma rapidez con la que el dólar cambia de valor, el puesto se vuelve un punto de apoyo esencial para no perder el equilibrio. Hablar de puesto —ese ladrillo básico del diseño organizacional— es hablar de claridad en plena tormenta: define quién hace qué, hasta dónde y con qué impacto. 

En firmas que atraviesan rondas de inversión, fusiones relámpago o simples reestructuraciones para llegar a fin de mes, revisar y ajustar puestos equivale a alinear la brújula. Se trata, en definitiva, de conectar la estrategia corporativa con la gestión del talento y la planificación a largo plazo, evitando que la agilidad se convierta en caos.

¿Qué es un puesto en Argentina?

Desde el punto de vista práctico y legal, el puesto es la unidad básica de trabajo formalizada en el contrato laboral, con un conjunto de tareas, responsabilidades y requisitos de competencias. Mientras el puesto nombra el espacio que ocupa una persona en la estructura, el cargo suele describir la denominación jerárquica —analista, supervisor, gerente— y la función remite a la actividad específica —por ejemplo, liquidar sueldos o planificar mantenimiento. 

En el contrato, el puesto aparece detallado con su denominación, área de pertenencia y jornada, dando soporte a cuestiones como categoría convencional y remuneración. Además, cualquier posición en relación de dependencia se vincula con los Convenios Colectivos de Trabajo —o se deja explícito que no lo tiene—, lo que fija condiciones mínimas legales, escalas salariales y beneficios. Por eso, un cambio de puesto requiere addendum contractual, avisos sindicales y, en ocasiones, homologación ante el Ministerio de Capital Humano.

¿Para qué sirve el puesto?

En primer lugar, delimita responsabilidades y evita disputas sobre quién debe atender ese correo urgente un viernes a las 18. En segundo lugar, facilita la construcción de estructuras lógicas: agrupar puestos afines permite diseñar áreas coherentes y líneas de reporte claras. Además, funciona como ancla para procesos de selección, evaluación , capacitación  y compensación. 

Una definición robusta de puestos reduce los choques por superposición —dos personas haciendo lo mismo— y tapona vacíos funcionales, esos silencios que se notan recién cuando el trabajo no se hace y estalla la urgencia.

¿Cómo funciona el puesto en una empresa?

Cada puesto se describe en un documento o ficha que enumera tareas clave, objetivos anuales y métricas de impacto. Esa descripción se relaciona con el área, el nivel jerárquico y el equipo al que pertenece, dibujando un mapa que ayuda a entender cómo fluye el trabajo. En los sistemas de RRHH —cada vez más digitales— el puesto se registra con un código único, fecha de alta y vínculos a la escala salarial. 

Las actualizaciones se cargan como versiones, algo crucial cuando la organización gira hacia modelos ágiles y los roles mutan en cuestión de semanas. Y, claro, el puesto también incide en promociones internas: ascender requiere demostrar dominio del puesto actual y potencial para el siguiente escalón de la matriz.

¿Por qué es importante el puesto hoy?

La aceleración del trabajo remoto e híbrido, sumada a estructuras ágiles donde un mismo equipo valida hipótesis de negocio cada quince días, hace que la claridad de rol sea vital. En onboarding da sentido al día uno: la persona sabe qué se espera y dónde encaja. En desarrollo y sucesión, ofrece caminos de crecimiento: se trazan rutas de junior a senior con hitos concretos. 

Además, impacta en la equidad interna; si dos puestos con similar complejidad reciben compensaciones divergentes, el compromiso se erosiona y aparecen conversaciones incómodas en los pasillos —o en Glassdoor— sobre injusticias salariales.

¿Quién puede usar la definición de puesto?

La dirección y los CEOs la toman como insumo para dimensionar el negocio y estimar el futuro. RRHH la utiliza para diseñar y curar la estructura, asegurando que los puestos se alineen a la estrategia y a los límites presupuestarios. 

Los líderes de área encuentran en la definición de puesto un marco para definir expectativas, asignar objetivos y después evaluar desempeño. Para la persona que ocupa el lugar, el puesto es GPS profesional. Marca punto de partida y posibles desvíos para crecer o reinventarse dentro de la compañía.

¿Qué tipos de puestos existen?

En la base operativa conviven roles productivos, administrativos y de servicio —desde operarios en planta hasta analistas contables—, piezas que sostienen la operación cotidiana. Los puestos técnicos o especializados, como desarrolladores full-stack o ingenieros de datos, aportan conocimientos difícilmente sustituibles. Por esta razón, su mercado laboral se mueve como mercado de pases de primera división. 

Los puestos de liderazgo articulan equipos —supervisores, jefes— y traducen estrategia en acción. Sobre ellos se apoyan los puestos estratégicos de alta dirección, responsables de lectura macro y decisiones que cambian el tablero. La modernidad incorpora figuras temporales, rotativas o multitarea: roles de proyecto que nacen con fecha de caducidad y combinan funciones, reflejo de un mercado que exige cintura para moverse sin perder estabilidad.

¿Cómo implementar correctamente la gestión de puestos?

Todo parte de una auditoría: mapear los puestos existentes, comparar nombres reales con tareas efectivas y detectar redundancias. Luego, crear descripciones claras y realistas, evitando la tentación de inflar requisitos “por las dudas”, práctica que espanta candidatos y eleva costos. A cada puesto se le asocian competencias técnicas y blandas, objetivos mensurables y nivel de impacto (operativo, táctico o estratégico). 

Este mapeo se alinea con la política salarial para asegurar coherencia entre responsabilidad y remuneración. Finalmente, la revisión periódica —al menos anual— ajusta definiciones a cambios de estructura, tecnología y mercado. Esto evita que los perfiles queden caducos como un sistema operativo sin actualizar.

¿Qué rol tienen los recursos humanos en la gestión de puestos?

Recursos humanos diseña perfiles alineados con la estrategia empresarial y asegura consistencia entre áreas y niveles. Integra el puesto a los procesos de selección, publicando descripciones atractivas y veraces. También a la capacitación, diseñando programas para cubrir brechas. Además, la evaluación, estableciendo KPIs ligados al rol. Finalmente, a la compensación, fijando rangos salariales competitivos pero sostenibles. 

Detecta solapamientos o huecos que restan eficiencia y promueve transparencia. Describir requisitos y trayectorias posibles fortalece la percepción de equidad y despeja dudas que, de otro modo, podrían convertirse en conflictos o rotación no deseada.

Definir con precisión cada puesto aporta claridad, eficiencia y sentido de propósito. Permite que la energía cotidiana no se pierda en discusiones sobre territorio sino que se oriente a resultados. Las empresas que crecen de manera ordenada reconocen que la gestión de puestos es el esqueleto donde se apoyan los músculos de la estrategia y los nervios de la cultura. Por eso, Dirección y RRHH deben trabajar juntos, con visión de largo plazo. Esto sirve para que cada ladrillo —cada puesto— quede en el lugar correcto y resista las sacudidas inevitables de un país acostumbrado a vivir en terreno sísmico. Porque, cuando la estructura está bien pensada, incluso las tormentas que sacuden la macroeconomía dejan menos grietas en las paredes corporativas.

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