Discriminación: ¿Qué es? ¿Cuáles son las consecuencias?

Aunque se han logrado avances en leyes y derechos en Ecuador, la discriminación sigue estando ahí. A veces es directa, evidente. Otras, se camufla en decisiones, normas o actitudes cotidianas. Pero en todas sus formas, afecta. Limita. Cierra puertas a personas por razones que no deberían importar: género, raza, edad, orientación sexual o condición social.

Y no se trata solo de un tema legal o moral. Abordar la discriminación es también una decisión estratégica. Una empresa, una sociedad, un país que excluye, pierde talento, fragmenta su tejido social y frena su desarrollo. Por eso, este artículo no busca solo informar. Busca poner el tema sobre la mesa para que se hable, se entienda… y se actúe.

¿Qué es la discriminación?

La discriminación ocurre cuando alguien recibe un trato distinto solo por ser quien es. Puede tener que ver con su color de piel, su edad, su género, su religión o cualquier otra característica personal. A veces es directa, como negarle un puesto a alguien por cómo habla. Otras veces, se cuela en lo cotidiano, como cuando en una reunión se ignora la voz de quien “no encaja” con el resto.

Claro, no toda diferencia de trato es discriminación. Pero cuando las decisiones se basan en prejuicios o ideas que no tienen sustento real, ahí el problema aparece. Ahí ya hablamos de excluir, de cerrar puertas sin razón justa.

En Ecuador, está claro que esto no se permite por ley. Pero de ahí a que no pase… hay una brecha. Porque hay realidades que no siempre se denuncian, pero que están. Reconocerlo, incluso cuando incomoda, es lo que permite empezar a cambiarlo.

¿Cuáles son las causas de la discriminación?

No hay una sola causa. La discriminación viene de capas muy profundas que se han ido acumulando con el tiempo. Algunas nacen de lo que escuchamos de niños. Otras, de lo que nunca nos enseñaron a cuestionar.

Uno de los puntos de partida de la discriminación está en cómo pensamos. En esas ideas que repetimos sin cuestionar. Los prejuicios, los estereotipos… eso de asumir que todos son iguales solo por pertenecer a cierto grupo. Eso ya condiciona. Y si a eso le sumamos las diferencias económicas —la pobreza, la falta de acceso—, las brechas se vuelven más profundas. Hay quienes, simplemente, ya arrancan con desventaja.

El legado histórico pesa. Las estructuras patriarcales, el racismo que quedó después del colonialismo, las costumbres que repiten exclusión sin que lo notemos. Y claro, la falta de educación sobre diversidad e inclusión mantiene estos patrones vivos.

Romper con eso requiere más que buena voluntad. Requiere trabajo, conciencia, y sobre todo, acciones concretas.

¿Cómo se produce?

La discriminación se cuela por muchos canales. A veces es frontal. A veces, apenas perceptible. Pero siempre deja huella. Estos son algunos de sus mecanismos más frecuentes:

• Discriminación directa: Cuando se excluye de forma abierta. Como cuando no se contrata a alguien solo por su edad o apariencia.
• Discriminación indirecta: Cuando una norma aparentemente neutra termina afectando más a ciertos grupos. Como exigir requisitos que no son necesarios, pero que excluyen.
• Discriminación estructural: Más difícil de ver, pero más persistente. Está en las reglas no escritas, en las brechas entre lo rural y lo urbano, en el acceso desigual a la educación.
• Micromachismos y microagresiones: Pequeños gestos o comentarios que, sin parecer graves, sostienen la desigualdad.

Detectarlas es clave. Porque si no las vemos, no las cambiamos. Y si no las cambiamos, se normalizan.

¿Cuáles son los tipos de discriminación?

La discriminación no es una sola cosa. Tiene muchas formas, y todas pesan. A veces se nota. Otras, está tan normalizada que pasa desapercibida. Pero siempre deja marca.

• Racial: Cuando una persona es tratada distinto solo por su color de piel o por pertenecer a una comunidad específica. En Ecuador, esto lo viven —y lo siguen enfrentando— muchos pueblos afrodescendientes e indígenas.
• De género: Las mujeres, por ejemplo, siguen encontrando más trabas para ascender o ganan menos por el mismo trabajo. Saber qué es la discriminación de género no basta, porque muchas veces se ve… pero no se denuncia.
• Por orientación sexual o identidad de género: muchas personas LGBTQ+ siguen siendo excluidas. En entrevistas, en oficinas, en espacios donde deberían sentirse seguras.
• Por discapacidad: Asumir que alguien “no puede” por una condición, o no pensar en accesos básicos, también es dejar a alguien fuera.

Y sí, hay más tipos. Pero estos, tristemente, siguen estando muy presentes. Cambiarlo requiere, primero, dejar de mirar para otro lado.

¿En qué consiste la discriminación laboral?

La discriminación en el trabajo no siempre se ve a simple vista, pero está. Aparece cuando alguien empieza a tener menos oportunidades que otra persona, aunque tenga la misma preparación, solo por cómo se ve, de dónde viene o a quién ama.

Puede pasar al contratar, al decidir quién asciende, al repartir tareas o incluso en el trato diario. Casos hay muchos: una mujer que cobra menos que un compañero por hacer lo mismo, alguien despedido por ser parte de la comunidad LGBTQ+, o un candidato que no pasa la entrevista solo por tener acento extranjero.

¿Cuáles son sus características?

Una de las características de la discriminación laboral más peligrosas es que muchas veces no se nota. Se da de forma sutil. 

Por ejemplo, cuando una empresa dice que busca empleados “disponibles todo el tiempo”, pero no considera a mujeres con hijos, está aplicando un criterio que discrimina. O cuando se hacen bromas que refuerzan estereotipos, y nadie las cuestiona.

Otra señal es cuando ciertos perfiles nunca llegan a puestos de liderazgo. No porque no estén preparados, sino porque, culturalmente, no se los ve como “adecuados” para ese nivel.

Y todo eso, aunque no parezca grave al inicio, termina afectando el ambiente laboral, la salud mental del equipo y las oportunidades de desarrollo. Por eso, hablar del tema es necesario. Hacerlo parte de la agenda interna, aún más.

¿Cuáles son las consecuencias de la discriminación?

Las consecuencias de la discriminación son profundas. Y no solo para quien la vive directamente, sino para toda la sociedad.

• A nivel personal, puede generar ansiedad, estrés, depresión, y afectar la autoestima. También puede provocar que alguien abandone sus estudios, pierda su trabajo o se aísle socialmente.
• A nivel económico, el impacto es claro: se pierde talento, se desperdician capacidades y se perpetúan las brechas. Un país que discrimina no crece todo lo que podría. Se frena a sí mismo.
• Y socialmente, genera división. Cuando una parte de la población siente que no tiene las mismas oportunidades, la confianza se rompe. Y con eso, también se resiente la cohesión y la estabilidad.

Erradicar la discriminación no es solo hacer justicia. Es apostar por un país más fuerte, más unido y con más posibilidades para todos.

¿Cómo los recursos humanos controlan la discriminación?

En el entorno laboral, el equipo de recursos humanos es la primera línea de defensa contra la discriminación. No basta con tener una política escrita. Hay que aplicarla. Hay que vivirla. Y RRHH tiene en sus manos la capacidad (y la responsabilidad) de liderar ese cambio.

Todo comienza con reglas claras: políticas internas que prohíban cualquier tipo de trato desigual, que estén visibles, entendibles y actualizadas. Pero también se trata de cómo se contrata, cómo se promueve, cómo se evalúa. Los procesos deben ser justos, basados en méritos, no en prejuicios.

Además, hace falta capacitar. A todos. Desde el personal operativo hasta la alta dirección. Hablar de diversidad, inclusión, sesgos inconscientes. No en talleres de una hora. Sino como parte de la cultura. Como algo continuo.

Y si alguien sufre una situación discriminatoria, debe saber que puede denunciar. Que será escuchado. Que habrá consecuencias. Para eso, RRHH debe garantizar canales seguros, confidenciales y efectivos.

Cuando el área de talento humano se compromete de verdad, la discriminación laboral empieza a dejar de ser algo “normalizado” y se convierte en algo que ya no se tolera.

Combatir la discriminación no es un favor. Es una necesidad. Y no es tarea de uno solo. Estado, empresas, ciudadanía… todos tienen un rol.

En Ecuador, las leyes existen. Pero los cambios reales ocurren cuando se aplican. Cuando se cuestionan prácticas. Cuando se abren conversaciones incómodas pero urgentes. Para una empresa, esto no es solo una cuestión de cumplimiento legal. Es una apuesta estratégica. Porque el talento está en todas partes, pero solo florece donde hay igualdad. Donde nadie tiene que ocultarse, justificarse ni adaptarse a moldes que excluyen.

Así que, como gestores, como líderes, como personas, nos toca actuar. Porque una sociedad —y un entorno laboral— sin discriminación no solo es más justo. También es más fuerte, más productivo y más humano.